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Al este de Suez

Éramos el Decimocuarto Ejército, el eco final del mundo de Kipling, los últimos soldados británicos de la antigua tradición imperial. No digo que estuviéramos felices de estar en Birmania, porque no lo estábamos, pero sabíamos que Slim tenía razón cuando dijo: «Algún día estarás orgulloso de decir: Yo estuve allí».
George MacDonald Fraser, Quartered Safe Out Here.
Fraser (1925-2008) fue un escritor británico famoso por su personaje Harry Flashman. Flashman era un militar victoriano, cobarde, fanfarrón, rijoso y un tanto miserable, que protagonizaba unas muy divertidas aventuras en escenarios de su época. Transita a lo largo del siglo XIX por todos los hitos de Imperio Británico, el desastre de Kabul, en la primera guerra afgana, la carga de la Brigada Ligera, en la guerra de Crimea, el saqueo del palacio de verano, en la sede imperial china de Jehol, la expedición a Abisinia en 1868 y, por supuesto, en el Raj británico de la India. Los libros, realmente hilarantes, merecieron los elogios de Pelham Grenville Wodehouse, que ya es decir mucho.
En 1943 Fraser se enroló en el ejército británico, en el Border Regiment, 2º Batallón. Esta unidad fue adscrita al Decimocuarto Ejército destinado en Birmania en lucha con los japoneses. El XIV Ejército estaba al mando del teniente general William Slim. El general Slim es considerado, por abrumadora mayoría de historiadores y expertos, como el mejor general británico en la Segunda Guerra Mundial. Logró, con la defensa de Imphal y Kohima en el norte de Birmania, impedir el acceso de los japoneses a la India. Y, además, proteger el enlace por carretera entre el Assam y las bases chinas del ejército de Chiang Kai-Shek, que dependía de la ayuda estadounidense.
Más tarde, la ofensiva de Slim, en 1945, permitió la destrucción del poder japonés y la liberación de Birmania. El mecanismo que utilizó Slim fue brillante. Según comenta Edward M. Young (La liberación de Birmania-Meiktila, Osprey):
En el Arte de la guerra Sun Tzu escribe: “por regla general, las batallas se empiezan con una acción ortodoxa y se obtiene la victoria por la vía de lo heterodoxo”. Esta [es] una excelente descripción de la batalla del Irrawaddy.
Kimura había previsto una acción ortodoxa: un ataque sobre Mandalay. Slim concedió a su rival lo que éste esperaba, pero luego se aprovechó de las expectativas de su oponente para sorprenderle con una nueva maniobra: un ataque inesperado sobre Meiktila. Combinando lo heterodoxo con lo ortodoxo, Slim forzó a Kimura a doblegarse contra su voluntad y le obligó a disputar la batalla que el general británico quería. Slim apostó por Meiktila. Tenía el control del aire, una división endurecida en el campo de batalla dirigida por un comandante duro y experimentado y dos agresivos regimientos de caballería indios para liderar el ataque.
¿Qué había ocurrido? Mandalay, la antigua capital de Birmania, está en el centro del país. Es una zona relativamente árida que permite la utilización de medios mecanizados. El rio Irrawaddy flanquea de norte a sur el este de la planicie. En su orilla oriental se encuentra Mandalay. Kimura que tenía sus tropas en la orilla occidental del Irrawaddy, previendo un ataque de Slim, las retiró a la orilla oriental para tener el río como protección. Y esperó el ataque británico.
General William Slim (14th Army), Air Vice Marshal Vincent (Group South East Asia Air Forces) y General H M Chambers. Government House in Rangoon, 8 May 1945.
Por su parte Slim planeó una maniobra de engaño. Desplegó parte del ejército para cruzar el río Irrawaddy por dos puntos, a la altura de Mandalay, tal y como esperaba Kimura. Pero otra parte sustancial de sus efectivos los dirigió hacia Meiktila, 130 kilómetros al sur de Mandalay, en el camino hacia Rangún. De esta forma aislaba las tropas de Kimura y les obligaba a una batalla en dos frentes. Naturalmente pudo realizar estas operaciones gracias a la movilidad que le proporcionaron sus medios mecánicos; el ejército japonés estaba compuesto fundamentalmente por unidades de infantería.
Slim logró estos resultados gracias a su capacidad de liderazgo. Era un general atípico, no procedía de las clases altas, y, sobre todo, tenía un profundo conocimiento de la logística, que, con el terreno sería el factor dominante en la campaña de Birmania (Young). Añadamos a esto su cuidado por la salud del ejército, algo fundamental en un territorio de enfermedades tropicales, malaria, disentería y tifus.
El propio Fraser, soldado raso, escribió unas memorias sobre sus peripecias en Birmania (Quartered Safe Out Here, 2001). Sus descripciones son tan divertidas como sus libros de Flashman. Su texto sobre las lluvias monzónicas es memorable: Aparecen las primeras gotas enormes, que se hacen más y más pesadas, y luego Dios abre las compuertas y los chorros de un millón de mangueras de alta presión se dirigen hacia abajo. El diluvio se precipita con un gran estruendo [...] después de eso, la tierra queda cubierta por una capa de agua, que se diría sacudida por disparos de postas. Sin tiempo ni a darse cuenta, está uno empapado y chorreando, el fuego se ha apagado, el nivel de la lata de comida aumenta visiblemente, y todo el claro se transforma en una barahúnda de hombres que blasfeman e intentan recoger armas y equipo de los arroyos que corren bajo sus pies.
William Slim. Birmania. 1945
Fraser no escatima elogios a Slim: Sabías, cuando hablaba de aplastar a los japoneses, que para él eso significaba no sólo flechas en un mapa, sino también limpiar búnkeres y enfrentarse al fuego de artillería; que tenía cabeza de general y corazón de soldado raso.
Los soldados británicos no aman a sus comandantes, y mucho menos los adoran; El Decimocuarto Ejército confiaba en Slim y lo consideraba uno de ellos, y tal vez su verdadero secreto era que el sentimiento era mutuo.
Slim también, como todos, tenía defectos. Comandó un ejército “imperial” compuesto por británicos, gurkhas, africanos del este y del oeste, sijs, baluchíes, madrasíes, dogras y rajputs. Solamente uno de cada trece soldados era originario de Gran Bretaña. Entre los agradecimientos de Slim a sus soldados no hizo mención alguna a los africanos.
No fue casual; tal y como cuenta Max Hastings (All Hell Let Loose, 2011): Cuando, por ejemplo, dos compañías de los Fusileros Africanos del Rey (King’s African Rifles) llegaron a las puertas de Adís Abeba en abril de 1941, los detuvo una orden del cuartel general del ejército: como iba a tratarse de una entrada imperial en la capital de Abisinia, se consideraba más propio que a la cabeza estuviese una unidad de blancos de Suráfrica, que, en efecto, pasó por delante de los contrariados fusileros negros.
Tropas de la 11.ª División de África Oriental en el camino a Kalewa, Birmania, durante el cruce del río Chindwin.
La cita inicial de Fraser menciona a Rudyard Kipling (1865-1936); su poema Mandalay (1890) comienza diciendo: Envíame a algún lugar al este de Suez…. Los poemas de Kipling crean metáforas e imágenes de mucha potencia. El inefable Eric Arthur Blair (George Orwell) que sirvió en la Policía Imperial en Birmania, y que abominó del insufrible racismo de los funcionarios británicos, escribió un pequeño ensayo sobre Kipling que resulta fascinante. Citando precisamente el poema “Mandalay”:
Pues sopla el viento en las palmeras,
y las campanas del templo cantan:
«¡Vuelve, soldado británico,
vuelve a Mandalay!».
Dice que Kipling produce un placer que casi raya en la vergüenza, como quien tiene un acusado gusto por las golosinas que aún le dura en la edad adulta.
Y Orwell continúa remachando, con su habitual lucidez cáustica: Quizá sea posible poner a Kipling de un modo más satisfactorio en el lugar que le cumple no haciendo juegos malabares con los términos «verso» y «poesía», sino describiéndole simplemente como un buen poeta malo.

BIBLIOGRAFIA
George MacDonald Fraser. Quartered Safe Out Here. HarperCollins (2019). ISBN 978-0008334581
Edward M. Young. La Liberación de Birmania. Meiktila. RBA (2008). ISBN 978-8447359530
Max Hastings. All Hell Let Loose: The World at War 1939-1945. HarperPress (2012). ISBN 978-0007450725 
George Orwell. El león y el unicornio y otros ensayos. Turner (2006). ISBN 978-8475067674