Ir al contenido principal

Bifurcaciones

“Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan” (Ts’ui-Pên).
Para entender qué es la Postmodernidad hay que configurar el concepto de Modernidad. La Modernidad caracteriza la civilización europea y occidental. Tiene su origen histórico en el Renacimiento, un punto de inflexión que se produce a fines del siglo XV. Las corrientes plásticas, la Reforma protestante, la visión global del mundo, crean un Gran Relato (un metarelato) de progreso. En los siglos siguientes se van generando movimientos, revoluciones políticas (la inglesa, la norteamericana y la francesa), la edad de la Razón, avances científicos (Newton, Darwin, etc.), las revoluciones industriales y cambios en las artes plásticas y en la literatura. Las guerras mundiales del siglo XX y el auge de los totalitarismos (el Estado Nacionalsocialista y la URSS de Stalin) pusieron en cuestión este paradigma. La crisis había nacido con anterioridad. Nietzsche, Einstein (relatividad), Heisenberg (el principio de incertidumbre) o Proust y Joyce habrían sido sus precursores.
Juramento del Jeu de Pomme. Jacques Louis David, 1789.
En este momento nació lo que se conoce como Postmodernidad. Se trata de un concepto muy difuso y sometido a constante discusión. Umberto Eco lo comentó en uno de los capítulos de su francamente divertido opúsculo Apostillas a El nombre de la rosa. Decía: “…creo que el posmodernismo no es una tendencia que pueda circunscribirse cronológicamente, sino una categoría espiritual, mejor dicho, un Kunstwollen, una manera de hacer. Podríamos decir que cada época tiene su propio posmodernismo, así como cada época tendría su propio manierismo (me pregunto, incluso, si posmodernismo no será el nombre moderno del Manierismo, categoría metahistórica)”. 
Para centrar el foco, en lo que se refiere al arte y la literatura, la configuración del concepto de Postmodernidad se fue construyendo a partir de fines de los años 1950. Susan Sontag, uniendo la alta y la baja cultura, Notas sobre lo Camp (1964). Jean François Lyotard, La condición postmoderna (1979). Roland Barthes, La muerte del autor (1968). Michel Foucault, Qué es un autor (1969). Gerard Genette, Palimpsestos (1962). A ellos se podrían añadir el filósofo Jürgen Habermas y el crítico literario Fredric Jameson. El análisis de estas y otras fuentes no es fácil. 
Nietzsche. 1882
Según el profesor Djibril Mbaye (Université Cheikh Anta Diop de Dakar, Senegal) dicho análisis “…resulta a veces una ardua arqueología en un terreno rocoso…”. Publicó un artículo esclarecedor Entender la postmodernidad literaria: una hermenéutica desde la segunda fila (Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, año 16, nº31, 2014, pp203-211). En este texto desglosa las características de la postmodernidad. 
En primer lugar, la postmodernidad rompe la frontera entre géneros literarios. Tzvetan Todorov, en Los géneros del discurso (1978) argumentó que los géneros son “clases de texto”. Cada época tenía sus géneros característicos; por ejemplo, en la “mejor época del clasicismo existían baladas, odas, sonetos, tragedias y comedias”, en el siglo XIX la poesía y la novela. Sin embargo, comenta, “Sería incluso un signo de auténtica modernidad en un escritor no obedecer más a la diferencia entre los géneros”. Leamos “auténtica modernidad” como postmodernidad y tendremos la hibridación de géneros como primera característica postmoderna.
En segundo lugar, indica el profesor Mbaye, se encuentra el protagonismo de los personajes marginales. Los Grandes Relatos y los Grandes Héroes desaparecen de la escena. Tal vez Harold Bloom o Stephen Dedalus, los “héroes” de James Joyce, sean un buen ejemplo.
En tercer lugar, nos encontramos con el hecho de que la “ficción postmoderna se caracteriza por una fuerte tendencia autorreflexiva” Se habla de “ficción narcisista”. El uso de la “metaficción”, entendida como “una ficción cuya preocupación principal es expresar la visión de la experiencia del novelista explorando el proceso de su propia creación”. Un ejemplo de este tipo de literatura lo encontraríamos en algunos textos de Emmanuel Carrère, entre otros El Reino (2014).
Por último, en cuarto lugar, la fragmentación de los textos. “Las novelas se definen por una conjunción de micro relatos, una yuxtaposición de microficciones, a menudo inconexas, pero que forman un cuerpo llamado novela o relato”. Recordemos el texto de Claude Leví-Strauss (en Mirar, escuchar, leer) en el que éste argumentaba que la técnica que Marcel Proust utilizó en “La Recherche” consistía en la elaboración de cada fragmento por separado (y con entidad propia) y, más tarde, procedía al ensamblado o montaje de la novela.
Si reflexionamos sobre lo dicho y las cronologías implicadas nos damos cuenta de que, si existe la postmodernidad, ésta no sigue cronológicamente a la modernidad. Ambas conviven, se entremezclan y se informan entre sí. 
Aquí es donde vuelve a ilustrarnos Umberto Eco. La modernidad se alimentaba de vanguardias; cada vanguardia hacía evolucionar (avanzar) el arte y la literatura. Pero dice Eco: “llega el momento en que la vanguardia (lo moderno) no puede ir más allá, porque ya ha producido un metalenguaje que habla de sus imposibles textos (arte conceptual)”. Tal vez el momento histórico en que esto se produjo fue la década de 1960, Andy Warhol presentó su obra Brillo Boxes (un montón de cajas de jabón de lavadora) en 1964. Después vino la nada. 
Eco nos recuerda que “puesto que el pasado no puede destruirse -su destrucción conduce al silencio-, lo que hay que hacer es volver a visitarlo; con ironía, sin ingenuidad”. En definitiva, o se rechaza todo este embrollo, modernidad y postmodernidad, o se entra en un juego irónico y seguimos disfrutando. 
Como no podía ser de otra manera los creadores del concepto de Postmodernidad se volvieron a la obra de Jorge Luis Borges considerándola el paradigma de su constructo. Mbaye, citando a Alfonso de Toro, dice que el “pensamiento de Borges está caracterizado por el metadiscurso, la desaparición de las fronteras entre ficción y crítica, entre arte y no arte, entre realidad y ficción, y entre autor y lector: los pilares del edificio postmoderno”.
Creo que Borges no se hubiera declarado, en los términos que estamos dilucidando, ni moderno ni postmoderno. En un momento dado dijo claramente que “no tengo por qué tratar de ser contemporáneo, ya que lo soy”, lo cual es una obviedad irónica. 
Sus escritos estaban impregnados de humor (de ironía). Desde luego se saltaban los géneros literarios. Un cuento trufado de hipotextos procedentes de la filosofía, de la historia, de la propia literatura; un pequeño ensayo construido como si fuera una intriga; una crítica de un libro que no existe; ¿qué son?. 
Es literatura inclasificable, seguramente, pero se acerca a algo de lo que mencionaba Lyotard en La condición postmoderna. En concreto, la importancia que tendrían en el futuro (hablaba en 1979) los “bancos de datos” con un acceso multidisciplinar, reticular y no jerárquico; creando estructuras relacionales no convencionales. Leer a Borges es sumergirse en la cultura occidental de forma universal y en tiempo presente. Se podría considerar El Aleph una declaración programática al respecto.
Borges publicó en 1941 un cuento, El jardín de senderos que se bifurcan, que formaba parte de una colección de cuentos homónima, después incluida en Ficciones. El análisis de su estructura es muy revelador de la literatura borgiana.
Las profesoras Roslyn M. Frank y Nancy Vosburg (Universidad de Iowa) publicaron, en la Revista Iberoamericana, números 100-101, Julio-Diciembre de 1977, un artículo titulado Textos y Contra-Textos en El Jardín de senderos que se bifurcan. En dicho artículo se estructuraba el cuento en los siguientes epígrafes que van conteniendo unos a otros secuencialmente, siendo el A el externo y D el más profundo. Una suerte de cajas chinas.
A Cuento El jardín de senderos que se bifurcan. El propio título del cuento es un “paratexto” en el sentido que le daba Gerard Genette: relación del todo formado por una obra literaria con el título.
B Texto de Liddell Hart. Una cita referencial explícita (“intertexto” de Genette) que resulta ser necesaria para la comprensión final del cuento.
C Declaración del protagonista Yu Tsun. Es la relación de los hechos que configuran el argumento del cuento. Podríamos considerarlo un tipo de hipertexto en el que se injerta el hipotexto de la declaración policial.
D El libro llamado (también) El jardín de senderos que se bifurcan del antepasado de Yu Tsun, el erudito Ts’ui-Pen. Este libro (inventado) funcionaría como un libro infinito, pero infinito en el tiempo. “En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts'ui Pên, opta —simultáneamente— por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan.”. Hay una clara referencia a “los universos posibles” de Leibniz. Nos encontramos con un “metatexto”, se habla de Leibniz sin citarlo. Pero Borges resulta mucho más radical que Leibniz; su universo es múltiple, abierto y sin ninguna intervención de la divinidad.
Bioy Casares, en un artículo publicado en la revista Sur (número 92, mayo 1942, pp. 60-65), decía (a propósito del cuento que comentamos) que “Borges, como los filósofos de Tlön, ha descubierto las posibilidades literarias de la metafísica”. Añadía que “La división de los géneros es indefendible como verdad absoluta: presupone la existencia de géneros naturales y definitivos…”.
Borges es mucho más pragmático; en el prólogo a la colección de cuentos califica El jardín… como una pieza “policial; sus lectores asistirán a la ejecución y a todos los preliminares de un crimen, cuyo propósito no ignoran pero que no comprenderán, me parece, hasta el último párrafo”. 

Bibliografía
Jorge Luis Borges. Ficciones. Alianza Editorial, 2006. ISBN 978-8420666563
Umberto Eco. Apostillas a El nombre de la rosa. Lumen, 1988. ISBN 978-8426411587
Tzvetan Todorov. Los géneros del discurso. Waldhuter Editores, 2000. ISBN 978-9872754013
Roslyn M. Frank y Nancy Vosburg. Textos y Contra-Textos en "El jardín de senderos que se bifurcan". Revista Iberoamericana, Vol. XLIII, Julio-Diciembre de 1977, Nos. 100-101. Pp517-531.
Djibril Mbaye. Entender la postmodernidad literaria: una hermenéutica desde la "segunda fila". Araucaria, Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, año 16, nº 31. Primer semestre de 2014. Pp 203-211