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Paul Cézanne. El principio de incertidumbre.

Maurice Denis, en el Manifiesto Definición del Neo-Tradicionalismo (Arte y crítica, agosto de 1890) afirmaba que un cuadro, más allá del objeto representado, “es esencialmente una superficie plana cubierta de colores”.
Denis fue uno de los fundadores del movimiento “nabi”, un grupo de simbolistas que influyeron en los avatares del arte moderno. El momento en que se publica el manifiesto nabi no es casual. Desde la invención de la fotografía, la primera imagen la crea Joseph Nicéphore Niepce en 1826, la pintura había ido abandonando paulatinamente su lugar como principal mecanismo de representación de la realidad. 
A fines del siglo XIX los movimientos pictóricos proliferan, se produce una auténtica efervescencia plástica. Hay un pintor cuya vida y obra sirven de auténtico punto de inflexión, se trata de Paul Cézanne (1839-1906).
Montagne SAint Victoire. Paul Cézanne, 1904. Museo de Arte de Filadelfia.
Cezanne era un hombre atormentado, con una notoria incapacidad para relacionarse con los demás y para abordar situaciones novedosas. Inicialmente fue “impresionista”. Los impresionistas pretendían “impresionar” los sentidos del espectador. Cezanne se apartó de ellos porque el énfasis que ponían en la atmósfera hacía que el objeto perdiera entidad. Cezanne quería representar el propio objeto. El medio que utilizaba era el color, los objetos que pinta no tienen contornos nítidos, su entidad nace del color, de la luz que emana de él. Además, sus investigaciones le revelan que no percibimos los objetos como una cámara fotográfica, siguiendo las leyes de la geometría. 
Naturaleza muerta con manzanas y melocotones. Paul Cézanne, 1905. National Gallery of Art, Washington DC. 
Un ejemplo, en “Naturaleza muerta con manzanas y melocotones” (1905) son los colores los que crean la estructura de la imagen, su “dibujo”. No hay tres dimensiones, aumenta la información visual y se percibe el conjunto de la imagen de un solo golpe. En “Montaña Saint Victoire” (1904), hay un conjunto de colores mediante los que se identifican casas, campos cultivados, trozos de bosque, los volúmenes desnudos de la propia montaña. Es así como seguramente vemos el mundo antes de procesar las imágenes. Es un momento mágico, el instante en que hemos percibido algo pero todavía no lo hemos interpretado.
Cezanne insistía que no vemos los detalles sino las formas. Sus cuadros, repetidos sobre los mismos temas y objetos terminan siendo el resultado de la acumulación de información. La Montaña de Saint Victoire pintada en múltiples ocasiones no es una mera imagen, no es una fotografía de un instante, es la montaña unida a su devenir en el tiempo. Podríamos decir que recordamos los objetos, las cosas, la naturaleza como una suma de las veces que lo hemos visto, no se trata de arquetipos, sino de nuestra experiencia perceptiva. 
La femme á la cafetiére.Paul Cézanne, 1890-1895. Musée d'Orsay, Paris.
El más agudo comentador de Cezanne fue Maurice Merleau-Ponty (1908-1961). Estudió a Husserl, como todos los existencialistas. Acompañó a Sartre hasta que rompieron, en 1953, por diferentes concepciones sobre el papel del filósofo en la sociedad. Sartre se convirtió en un animal político y Merleau-Ponty continuó trabajando en el ámbito filosófico. Visto con perspectiva, como podría decir Borges, son dos caras de la misma moneda. 
Merleau-Ponty escribió, en 1945, una memorable reflexión sobre Cezanne, “La duda de Cezanne” (en el mismo año publicó “Fenomenología de la percepción”). El escrito se confecciona desde el punto de vista fenomenológico, es decir, cómo la conciencia (el ser) percibe el mundo. Cómo vemos las cosas, cómo funciona nuestra mirada. No cae en el solipsismo existencialista, analiza que todo acto creativo tiene como finalidad principal la comunicación con los otros. Pero, además, debe ser un acto “nuevo” en el más profundo sentido de la palabra. Si no fuera así ya habría sido expresado por el autor o por otros. 
Dice Merleau-Ponty: “La concepción no puede preceder a la ejecución. Antes de la expresión no hay más que una fiebre vaga, y únicamente la obra realizada y comprendida probará que había que encontrar allí algo en lugar de nada.
Esa “fiebre vaga” que precede al acto creativo tiene un carácter difuso, solamente se concreta en la acción, en la propia expresión final. Es como un titilar de la imagen antes de que la identifiquemos. El acto creativo no solamente lo realizan los “creadores” sino todos los seres humanos. Se produce cuando la realidad genera fenómenos en nuestra conciencia y nos obliga a la interpretació
n de esa realidad percibida. 
Naturaleza muerta con cebollas. Paul Cézanne, 1895-1898. Musée d'Orsay, Paris.
El profesor Luelmo-Jareño, en un artículo sobre Merleau-Ponty, cita un comentario de este último a propósito de un documental sobre Henri Matisse,dirigido por François Campaux en 1946: 
“Una cámara registró en cámara  lenta el trabajo de Matisse. La impresión era prodigiosa, hasta el punto que conmovió al propio Matisse, se dice. Aquel mismo pincel que a simple vista saltaba de un acto a otro, se le veía meditar en un tiempo dilatado y solemne, en una inminencia de principios del mundo emprender diez posibles movimientos. Bailar ante la tela, rozarla varias veces y abatirse por fin como el rayo sobre el único trazado necesario…”.
Lo que estamos viendo es que el acto creativo va acompañado, en tiempo presente, de la duda, de la vacilación, de la navegación en lo difuso hasta que la duda se vuelve insoportable y provoca la acción. La creación es dolorosa, agota, pero proporciona el éxtasis de la comunión con los otros. 
Montagne Saint Victoire, cantera de Bibemus (Aix-en-Provence). Paul Cézanne, 1898-1900. Museo de Arte, Baltimore (Maryland).
Cézanne era un individuo hosco, huraño. Sin embargo, impregnado de las corrientes estéticas de su época, abrió las puertas de la pintura a la experimentación, al aparente caos plástico del siglo XX. La duda de Cézanne, su desconfianza hacia sus propios logros, le mantuvo en la investigación constante. Llegó a pensar en la posibilidad de padecer un defecto visual como el que podría haber tenido El Greco.
En la misma época los físicos estaban cambiando nuestra forma de ver el mundo. El principio de incertidumbre enunciado por Werner Heisenberg en 1927 afirma que el mero hecho de observar una partícula (los fotones, mecanismo de la mirada, son partículas) la modifica sin remedio. La mecánica cuántica ya nos mostró que bajo la apariencia de realidad subyace un mundo inaprehensible; lo macróscopico no funciona igual que lo microscópico. Sus patrones son completamente diferentes. Lo que llamamos realidad sería el resultado agregado de los eventos que se producen en el mundo microscópico. La mirada difusa de Cézanne se adelantó a la confección de los modelos que elaboraron los físicos teóricos en la primera mitad del siglo XX.


Maurice Merleau-Ponty, 
“Fenomenología de la percepción”. 
“La duda de Cézanne”

De Luelmo-Jareño, J.M. (2018) Desvelar lo visible. Merleau-Ponty y el aprendizaje por la pintura. Arte, Individuo y Sociedad 30(1), 29-41.