Los objetos arquitectónicos, los edificios, se diseñan y construyen a partir de dos premisas fundamentales: la información que contienen y la expresividad (forma o figura) mediante la que se muestran. Tal y como indica Wittgenstein, Tractatus proposición 3.32, “El signo [forma] es lo sensorialmente perceptible en el símbolo [información]”. Hay un arquitecto que cultivó, de forma casi obsesiva,estos principios, se trata de Alvar Aalto (1898-1976), finlandés, participante en los avatares del Movimiento Moderno.
Estableció contactos con la Bauhaus en los años 1920, fue invitado como miembro numerario a los CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna) en 1929. Construyó obras racionalistas memorables como la Biblioteca de Viipuri y el Sanatorio de Paimio. Sin embargo abandona este ámbito para investigar sobre una arquitectura más organicista, más ligada, por un lado, a un cierto humanismo y, por otro, a la reflexión sobre la evolución cultural de la arquitectura. Se decantó hacia una especie de neobarroco (según Gillo Dorfles).
La obra de Aalto que recoge de forma más clara estos objetivos es el Ayuntamiento de Säynätsalo (1949-1952), situado en una isla lacustre del interior de Finlandia. Aalto admiraba la arquitectura italiana del medievo. Su intención fue construir un modelo a escala de la “piazza”, un conjunto autosuficiente, un manifiesto sobre la arquitectura publica.
Ayuntamiento de Säinätsalo. A la izquierda, escalera de acceso, frente, torre Ayuntamiento y derecha, en bajos, tiendas. |
El sistema de trabajo de Aalto consistía en analizar pormenorizadamente todos los aspectos de cada proyecto, lo hacía de forma minuciosa. Después, intentaba encontrar el dibujo, la expresión, que lograra contener todos los requisitos. En última instancia utilizaba el método científico de creación de modelos: desglosar en las partes componentes, comprender cada una de las partes y desentrañar como encajan las partes. El clásico proceso de deconstrucción y reconstrucción.
Ayuntamiento de Säinätsalo. Patio central. Derecha, escalera acceso, entrada a la torre del Ayuntamiento. |
En Säynätsalo, en primer lugar, utiliza el concepto de la “ciudad en la colina” que recoge de su viaje a Italia, a laToscana. Fabrica una colina artificial, la aplana y sobre ella construye la estructura. Ësta se muestra como una villa romana, el patio y alrededor las edificaciones. El acceso se realiza por una escalera en uno de los ángulos, se accede al patio, que no es transitable y tiene un estanque, y se sigue a la derecha para acceder a la torre en la que se encuentra, en el segundo piso, la sala del concejo municipal. Es un camino iniciático.
Ayuntamiento de Säinätsalo. Detalle de la parte posterior. Al fondo la torre del Ayuntamiento, al otro lado del patio. |
El conjunto comprende el Ayuntamiento, una biblioteca, un banco, viviendas y varias tiendas; es un trasunto de un centro urbano. La torre tiene una altura ligeramente superior a la del ayuntamiento de Siena (Italia); Aalto, interrogado al respecto, apunto la importancia de la primacía de lo público sobre lo privado. Los detalles se cuidaron al milímetro, los sillones en que se sientan los concejales tienen detrás pequeñas chapas con los nombres de todas las personas que los han ocupado.
Todos los edificios se elaboran en ladrillo rugoso e imperfecto, un material humilde. La obra contiene múltiples metáforas. Es una acrópolis, el patio tiene aire de jardín japonés, el estanque alude al lago que rodea la isla, los peldaños de la escalera opuesta a la principal están cubiertos de césped que enlaza con la naturaleza circundante. No hay ningún aspecto que se haya dejado al azar.
Uno de sus últimos biógrafos, la historiadora Eeva.Liisa Pelkonen dice que “…el virtuosismo de Aalto y la diversidad de su trabajo lo convierten en un tema difícil tanto para que los estudiantes lo estudien y emulen como para que los maestros lo enseñen.”. No dejó herederos. De ello se hacía eco Rafael Moneo en la necrológica que escribió en Arquitecturas Bis (número 13, mayo-junio 1976): “Por ello, con sorpresa y angustia, me pregunto: Aalto, ¿era para nosotros un extraño?. Al dejarnos, al morir, Aalto, tal vez para nuestra desgracia, era lo que siempre le hubiese gustado ser: un eterno outsider.”