Denise Schmandt-Besserat, arqueóloga, en un artículo publicado en noviembre de 1978 por Investigación y Ciencia, describía como se gestó la invención de la escritura. Apuntó hipótesis nuevas que cambiaron completamente las ideas que hasta entonces habían prevalecido.
Las excavaciones en Uruk, por alemanes en 1929 y 1930, así como en Nuzi (Irak), por norteamericanos también en los años 1920, revelaron la existencia de tablillas de arcilla cocida huecas, en forma de huevo, a las que Pierre Amiet, llamó en latín “bulla”.
Denise Schmandt-Besserat - 26/06/2006 (Flikr) |
La antigüedad de estas bullae se remontaría al 6.000 A.C. Su finalidad era contener pellas de arcilla cocida modeladas en diversas formas geométricas: esferas, cilindros, conos y tetraedros.
Schmandt Besserat descubrió que en todo Oriente Medio, desde Turquía a Pakistan y desde el Cáucaso hasta Jartum, se encontraron esas piezas de arcilla, que llamó “token” (símbolo). Se dataron desde el 9.000 A.C. y su aparición coincidiría con la transición de las culturas de pastores recolectores a las culturas sedentarias, que se produjeron por el agotamiento de la caza a causa del aumento de población.
Estos token, de confección costosa, se habían interpretado como objetos religiosos, piezas de juego o amuletos. Sin embargo tenían una finalidad diferente, identificar bienes. El almacenamiento de alimentos se volvió crucial y provocó la necesidad de identificar los cupos de aportación de cada individuo o grupo. Cada tipo de token representaba una oveja, una cantidad de cereal, una vasija de aceite, etc. Los token se almacenaban dentro de las bullae.
La urbanización aceleró el proceso. Las bullae servían también para los intercambios comerciales, se marcaban con los sellos de comprador y vendedor; esto hizo surgir un problema, si se marcaban no podían ser destruidas para comprobar el interior. La solución fue marcar en el exterior los propios token. Se encontró una bulla que contenía seis fichas ovoides con surcos; cada una de las seis fichas había sido presionada contra la superficie de la bulla. Se terminaron abandonando los token y quedaron las tablillas donde se inscribían las incisiones que hubieran correspondido a cada símbolo. Curiosamente las tablillas de arcilla continuaron, por inercia, manteniendo una forma curva y no plana.
Al principio se trató de un sistema de memoria artificial que permitía que los símbolos representaran lo mismo para personas que hablaban idiomas diferentes. Poco a poco los símbolos fueron adquiriendo significados abstractos relacionados seguramente con los fonemas implicados en el nombre de cada cosa. El proceso duró miles de años. Lo realmente fascinante es que la escritura no nació como una interpretación ideográfica de los objetos sino que su origen sería mucho más prosaico; la contabilidad precedió al pensamiento abstracto.
Schmandt Besserat descubrió que en todo Oriente Medio, desde Turquía a Pakistan y desde el Cáucaso hasta Jartum, se encontraron esas piezas de arcilla, que llamó “token” (símbolo). Se dataron desde el 9.000 A.C. y su aparición coincidiría con la transición de las culturas de pastores recolectores a las culturas sedentarias, que se produjeron por el agotamiento de la caza a causa del aumento de población.
Estos token, de confección costosa, se habían interpretado como objetos religiosos, piezas de juego o amuletos. Sin embargo tenían una finalidad diferente, identificar bienes. El almacenamiento de alimentos se volvió crucial y provocó la necesidad de identificar los cupos de aportación de cada individuo o grupo. Cada tipo de token representaba una oveja, una cantidad de cereal, una vasija de aceite, etc. Los token se almacenaban dentro de las bullae.
La urbanización aceleró el proceso. Las bullae servían también para los intercambios comerciales, se marcaban con los sellos de comprador y vendedor; esto hizo surgir un problema, si se marcaban no podían ser destruidas para comprobar el interior. La solución fue marcar en el exterior los propios token. Se encontró una bulla que contenía seis fichas ovoides con surcos; cada una de las seis fichas había sido presionada contra la superficie de la bulla. Se terminaron abandonando los token y quedaron las tablillas donde se inscribían las incisiones que hubieran correspondido a cada símbolo. Curiosamente las tablillas de arcilla continuaron, por inercia, manteniendo una forma curva y no plana.
Tableta sumeria - 3.200 A.C. |