El 14 de septiembre de 1793, al atardecer, Lord Macartney se presentó, como embajador británico, ante el emperador de la China, el anciano y astuto emperador Quianlong (contaba 83 años y hacía 57 que reinaba en China).
El embajador llevaba una capa de Caballero de la Orden del Baño sobre un traje de terciopelo morado moteado. Iba acompañado por Sir George Staunton, baronet, el cual lucía su manto escarlata de doctor de Derecho Civil por la Universidad de Oxford, su hijo de doce años y también llamado George formaba parte de la comitiva como paje.
Emperador Quianlong |
Era un encuentro entre un imperio emergente y un imperio cesante. El emergente era el británico, dueño de la India y a punto de comenzar las guerras napoleónicas, de las que saldría prácticamente como potencia mundial única e indiscutida. El cesante el imperio chino que paradójicamente se encontraba en el cenit de su poderío.
Lord Macartney |
China había tenido un crecimiento demográfico impresionante por una revolución agrícola que se produce en los siglos XVII y XVIII a causa de la mejora en las técnicas de cultivo tradicional (trigo, cebada, mijo y arroz) y sobre todo por las plantas del nuevo mundo, boniato, aráquida (cacahuete), sorgo (gaoliang) y maíz. Además frutas y verduras, volatería y cerdos, y una hábil piscicultura. El agricultor chino en esta época vive mucho mejor que su homólogo europeo.
El imperio Qin tenía la mayor extensión jamás alcanzada por China, ello implicaba enormes gastos militares. A esto se añade el aumento maltusiano de la población. La economía está a punto de colapsar al no poder atender el crecimiento de los habitantes.
Además China comercia con el mundo entero (Japón, Asia del sureste, Europa y América vía Manila). Se ha podido calcular que de los 400 millones de dólares de plata importados de América del sur y de México hacia Europa entre 1571 (inicio del viaje anual del galeón entre Acapulco y Manila) y 1821 (independencia de México), la mitad sirvió para que los países occidentales compraran productos chinos.
Moneda plata Carlos IV con resellos chinos
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A partir de finales del siglo XVIII aumenta enormemente el consumo de té chino en Gran Bretaña; en parte por razones higiénicas, la escasez de agua potable implica la necesidad de hervir el agua, y el té, que da sabor al agua, tiene éxito en la naciente clase media inglesa.
Pero el té chino hay que pagarlo en plata y se produce un hundimiento en la producción de plata mexicana por la independencia. Los ingleses introducen en China clandestinamente opio cultivado en Bengala por la Compañía inglesa de las Indias Orientales. El opio se paga inevitablemente en plata que la Compañía utiliza para pagar el té. Ello produce una sangría insufrible para el tesoro chino y provoca tensiones y enfrentamientos que terminan culminando en la primera guerra del Opio entre 1839 y 1842, que cierra el Tratado de Nankín. La globalización ha existido desde siempre.